De donde viene la postura del perrito
El ser humano ha ido evolucionando a lo largo de toda su trayectoria como especie en nuestro planeta, vislumbrando nuevos horizontes con cada gran cambio. Vivimos en una era crítica en este sentido, porque parece que de nuevo se está abriendo un punto de inflexión que nos llevará mucho más allá, gracias a las tecnologías. Las inteligencias artificiales, el desarrollo de Internet, todo esto está dando lugar a algo verdaderamente novedoso, un cambio de paradigma. Para muchos es un adelanto increíble. Para otros, un paso más hacia la pérdida absoluta de nuestra propia esencia. Esa misma que nos ha llevado hasta aquí, pero de la que solemos renegar. Nuestro instinto animal cada vez parece más perdido, algo que por otra parte es comprensible, después de tantos milenios de evolución. Sin embargo, eso también puede llevarnos a un final inesperado, por dejar de adaptarnos al entorno en el que vivimos, por más que creamos controlarlo.
El sexo es un buen ejemplo de esta evolución y de su función como arma de doble filo. Encontramos que el placer sexual se ha considerado prohibido y vulgar, al menos socialmente hablando, hasta hace tan solo unas décadas. Es un concepto que ha ido cambiando, claro está, ya que muchas otras civilizaciones antiguas no tenían reparos en disfrutar por completo del sexo en sí. Sin embargo, la religión impuso, a través de su moral, el objetivo único que el sexo debía tener, como función reproductora. El placer debía quedar en un segundo plano, al menos de cara a la galería. Esto también ha ido cambiando, y hoy en día, por fortuna, el placer puede ser el único objetivo que busquemos en una relación sexual. Disfrutar de él con nuestra pareja, o con alguien que acabamos de conocer, despierta en nosotros algo atávico, profundo y casi inexplicable. Algo que desde luego, supone un regreso, al menos parcial, a nuestro instinto más animal. Cuando estamos teniendo sexo, la bestia que vive en nosotros regresa en todo su esplendor, especialmente a través de determinadas posturas que, de hecho, cuentan con nombre de animal. La más popular es, sin duda, la del perrito.